Este es un atardecer veneciano tal como lo veía Max, el protagonista, desde su balcón del hotel Danieli de Venecia cuando se asomaba hacia el lado de poniente. El Danieli es mencionado dos veces en la novela, brevemente, pues forma parte de los recuerdos del personaje principal. O más bien es escenario de alguno de ellos. En una de las ocasiones se refiere a un robo de joyas y dinero a una soprano brasileña allí alojada, incidente al que Max no es —o no fue, en otro tiempo— en absoluto ajeno. El otro episodio se refiere a una conversación del personaje con el conserje del hotel. La escena la sitúo a finales de los años 50, pero doy al conserje imaginario el nombre de uno de los actuales y más veteranos conserjes, Maurizio. El conserje de la novela, que durante cuatro décadas dio la llave de sus habitaciones a los hombres más ricos y las mujeres más bellas del mundo —casi tanto como el Maurizio real, por otra parte—, intercambia con Max, viejo cliente y casi amigo, algunos conceptos sobre esos y otros asuntos. Dinero, tentaciones, mujeres. Cosas así. De profesional a profesional.
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