Ajedrez. Sigo con eso. Se me plantea un problema técnico grave. Necesito un móvil para que Max se implique en la parte final y más peligrosa de la trama. Y no lo encuentro. Soy un ajedrecista mediocre. Ya con La tabla de Flandes sudé sangre. Llamo al entrañable amigo Leontxo García y lo invito a comer. Tengo un problema, Leontxo. Le digo. Esto y lo otro. Dame un móvil, Un motivo. Qué pasaría si un ajedrecista, campeón del mundo o aspirante, hace tal o cual. El tío piensa un rato y me lo da. Excelente, por cierto. Le hago muchas preguntas y tomo notas. También, de postre, le pido que me ayude a montar una trampa en una partida para descubrir a un posible infiltrado del otro bando. En treinta segundos me da la idea. Luego en casa, me abalanzo sobre los libros de ajedrez y empiezo a buscar situaciones apropiadas. A vestir la partida. En dos días queda todo resuelto. Ya tengo el pretexto, la trama, la trampa.