Archivo de 28-abril-2012

Y al fin, escribes

Y al fin, escribes, por ejemplo: “El tango lento y llorón quedaba a muchas cuadras. En la noche de Barracas la gente era bronca, irónica, gustosa de cortes y quebradas. De arrimarse la hembra al macho, de meter pierna y chulería”. Y piensas. Vale. Eso lo dejo.

La mujer que baila

Describir a una mujer que baila. Rubia, de aire eslavo. Tanguista. Leves manchas de sudor en las axilas de la blusa floreada. Todo un libro leído sobre la Zwi Migdal, organización que trataba con mujeres compradas en Polonia y Rusia, para describirla con eficacia. Hay malditos medios folios que llevan semanas de preparación. Pero cuando crees que ya lo conseguiste, o crees estar a punto de ello, decides que mereció la pena. Aparte de que aprendes un montón de cosas inútiles y fascinantes. Pretextos para leer cosas que nunca leerías en otras circunstancias.

El andamio y la casa

Fundamental otra visita a Barracas. Buenos Aires. Me lleva Oscar Conde a ver a la hija del entrañable don Enrique Puccia, el mejor cronista del barrio. Graciela Puccia. Amabilísima. Me regala libros de su padre, fundamentales para establecer ambiente en la infancia de Max.  Subrayo y anoto detalles que son oro puro. Cafés torrados el Águila, ginebra La Llave,la Francoargentina de Seguros. Pitidos de la fábrica cercana regulando la vida de quienes en sus hogares humildes no tenían dinero para pagarse un reloj. Árboles que había en el barrio en 1928: casuarina, eucaliptos, sauces, higueras, parrales, macetas de ruda, cedrón y menta. Seguramente ni lo mencionaré en el texto, pero para mover a los personajes es necesario saber que eso estaba ahí. Es parte del andamio que retiras una vez acabada la casa.

Colonizar el paisaje

Pilas de libros, cuadernos, folletos, notas. Para la parte argentina de la novela. Desde “El almacén” de Olivari a la historia del tango, el diccionario lunfardo  de José Gobello, las seis películas de Gardel o un deuvedé de Juan Carlos Copes bailando tango y milonga con su hija.  Borges, aquí, sólo una nota a pie de página. Hay que leerlo todo, incluso para teclear un cuarto de folio. Patear el mapa del presente con la información del pasado. Sólo de esa forma colonizas el presente o lo real con tu imaginación y tu memoria. Pueblas el paisaje con tu mundo propio. Es un milagro asombroso que todavía hoy me sorprende. Te sitúas ante un escenario para la novela, y las viejas fotos, las lecturas, permiten borrar todo aquello que es superfluo para tu trabajo o no necesitas. Como si no estuviera ahí. Entonces, al fin, logras el milagro de ver sólo lo que necesitas ver.

Pequeños lujos de autor

Lento recorrido por los aledaños de la estación de ferrocarril de Barracas. B. Aires. Buscando lugar para instalar mi imaginario almacén de tangos La Ferroviaria. Quiero evitar la Boca y los lugares machacados por el turismo tanguero actual. Necesito un lugar que hace ochenta y cinco años fuese oscuro, con un farol en la esquina de la calle. Raíles de tren oxidados, tapias de chapa ondulada sobre las que asoman madreselvas.  Lo encuentro al fin, en buen sitio. Permite rememorar de un vistazo, todavía hoy, la infancia de Max, el protagonista, el barrio y la vecina calle Vieytes y el Riachuelo próximo. Imagino el croar de ranas en la noche, aunque ahora es de día. Para celebrarlo, me voy a comer a El Puentecito, que ya existía entonces. Apenas ha cambiado. Carne, vino mendocino. Aroma del Buenos Aires que intento resucitar en mi imaginación y en la novela. Decido meter también esta vieja casa de comidas en la novela. Un guiño, dos líneas.  Más que para los lectores, para mí mismo. Pequeños lujos de autor.

Construyendo personajes

Buenos Aires. A  vueltas con el tango años 20 (1928) y el malevaje. Gracias a mis amigos Oscar Conde y Jorge Fernández Díaz, que me avisan de que está en cartel, voy a ver “El conventillo de la Paloma”. Disfruto como un comanche con un arco y un carcaj de flechas. Decisivo, el actor que interpreta a Villacrespo. Siento no recordar el nombre. Sus andares y tono gardelesco, útiles para construir el personaje de mi malevo Juan Rebeque.